España tiene en la actualidad uno de los
mayores índices de fracaso escolar del mundo. El informe PISA, que mide
algunos parámetros de comprensión lectora, cálculo y habilidades básicas
cognitivas, revela la decadencia del sistema de enseñanza español.
La causa es la confrontación existente
entre partidos políticos por el control ideológico de la juventud. Un control
que les permite neutralizar las inquietudes de una tradicionalmente
contestataria juventud, que a lo largo de los dos últimos siglos han salido a
defender los derechos y libertades del pueblo español. Desgraciadamente, el
régimen nacido el 6 de diciembre de 1978 llevó a cabo una ingente labor
adoctrinadora en los centros de enseñanza. Generaciones de españoles han sido
seducidas por el relativismo moral, por la ausencia de valores y por el conformismo.
Ello ha formado un buen caldo de cultivo
para seguir penetrando en la formación de los jóvenes, inculcándoles nocivas
ideas que socavan la dignidad humana y la visión de los modelos tradicionales
de familia. Se ha inculcado el materialismo de base marxista, pero también de
base liberal y consumista, así como una ausencia total de la idea de España
como Nación. La tenaza que el liberalismo inicia en la escuela se cierra en los
espectáculos, el ocio y la cultura, donde prima el gusto dudoso, el bajo coste
y el todo vale, subvencionado con los impuestos de todos los españoles.
Un perverso sistema que desgraciadamente
ha triunfado. En pleno siglo XXI sus resultados están a la vista: el salvaje
recorte de libertades y derechos que durante las últimas décadas se lleva
produciendo en España no ha tenido ningún tipo de respuesta por parte de la
juventud, más allá de algunas algaradas callejeras de mediana intensidad que
buscan corregir, pero no cambiar, el régimen del 78.
(Manifiesto Pedimos y queremos. Materiales
para la reconstrucción nacional; capítulo Más libres: cultura, educación y
deporte; páginas 51 y 52)