No estamos con quienes utilizan a los
estudiantes como instrumento de un programa de subversión política; un mero
coro de voces, el empleo de la alegre algarada estudiantil para una pasajera
perturbación del orden que sea recogida alborozadamente por radios y prensa
extranjeras. Pensamos que el estudiante no puede servir de comparsa. Nadie espere
de nosotros, sin embargo, un batallón infantil de corte fascista, colaboradores
de la fuerza de orden público, para dedicarnos a la represión de huelgas o al
mantenimiento de un orden injusto.
Saludamos fraternalmente, no obstante, a
aquellos estudiantes que de buena fe, sin haber llegado a adquirir compromisos
de carácter ideológico, militan hoy con las organizaciones llamadas de
izquierdas. Si quieren, junto a nosotros pueden hermanar su ímpetu de valiente
rebeldía con la vivencia de un estilo de vida conforme a las verdades eternas
de nuestra entrañable religión católica.
No estamos tampoco con aquellos para los
cuales su función en la Universidad empieza y termina en el estudio de las
asignaturas marcadas en la carrera, la consecución de brillantes notas. El
estudiante no puede encerrarse en su torre de marfil durante los años que dure
su carrera. Ante la situación actual de España, el estudiante no puede, no debe
ser apolítico: un ser neutral y egoísta preocupado de sus problemas personales.
No sirve que se engañe aduciendo que
desde su puesto profesional, el día de mañana, ya se preocupará de los demás.
La preocupación por el prójimo, según el sentido cristiano, debe comenzar ya,
ahora. Si de verdad somos cristianos o queremos serlo, vamos a demostrarlo y a
no poner largos plazos. Veremos repetido si no el triste caso de la España
actual con estupendos cristianos de mucha vida interior y gran capacidad
intelectual, pero al servicio del capitalismo. No por malicia, pero sí por su
apoliticismo.
Somos conscientes de que los
universitarios constituimos una minoría de privilegiados en la sociedad española;
conscientes de que hay millones de hombres posiblemente mejor dotados en
inteligencia y en virtudes humanas que la mayoría de nosotros y a quienes la
sociedad capitalista les niega el derecho que Dios les dio. No queremos más
prebendas que las que ya tenemos.
No podemos vivir de espaldas a nuestros
hermanos formando un mundo aparte; agradable. La Universidad ha de ser el lugar
donde se forje la Revolución incruenta que España está aguardando desde hace
siglos, con angustia y rabia.
De otro modo, si dejamos que las cosas
evolucionen por sus propios pasos, no nos asustemos cuando alguien levante la
bandera del odio reivindicando sus derechos, clamando contra la injusticia y
desigual distribución de los bienes materiales y culturales de nuestro país,
perturbando nuestro tranquilo vivir, lleno de dorados proyectos individuales y
egoístas.
Si empujados por la corriente
materialista que domina al mal llamado “mundo cristiano”, sólo nos preocupamos
de ser “buenos estudiantes” y de “vivir honradamente” a costa de un título
universitario —es decir, subidos a un pedestal que sabemos inaccesible para la
gran mayoría de nuestro pueblo y al que secretamente desearíamos no subieran
muchos más— no tendremos derecho a rogar a Dios nos evite la experiencia de una
revolución sangrienta, única llama de esperanza de muchas gentes ante el muro
de egoísmos que levantan sus hermanos de las clases privilegiadas.
Si despilfarramos alegremente estos
años, si desperdiciamos nuestro tiempo en luchas estériles, si no nos
preocupamos seriamente por servir a nuestro pueblo, terminaremos siendo a pesar
de de todos los buenos propósitos de hoy, perpetuadores del sistema de
injusticia social que soportan los trabajadores españoles, en vez de auténticos
liberadores revolucionarios.
De antemano sabemos que “las gentes de
orden” nos acusarán de querer introducir la Política en la Universidad. Sí,
pero la Política que exponemos más arriba, no otra. Queremos que los estudiantes
despierten de la modorra que les invade. Tenemos fe en esos centenares de
muchachos y muchachas hoy al margen de las polémicas partidistas, capaces de
sacrificarse con generosidad por un ideal limpio de servir a los demás.
Los que quieran ser militantes de una
gran tarea, los que deseen luchar por una nueva Universidad al servicio de la
misión que históricamente le han confiado los españoles, los que lleven en sus
corazones la generosidad y la pasión de la juventud; los que estén dispuestos a
sacrificarse y a construir; los que necesiten justificar transcendentemente la
vida que Dios les dio; los que aspiran a dejar una huella honda en el futuro de
su patria, tienen un puesto a nuestro lado.
Como José Antonio Primo de Rivera, como
Ramiro Ledesma Ramos y sus hombres, os convocamos para una magna tarea: por un
nuevo Sindicato –por una nueva Universidad–. Por la hermandad cerrada de los
estudiantes, unidos por los mismos ideales de Servicio, de Justicia y de
Libertad.
Estudiante: incorpórate al FRENTE DE
ESTUDIANTES SINDICALISTAS.
[1 de abril de 1964, manifiesto
fundacional del Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES)]