miércoles, 26 de julio de 2017

Los mitos de la Educación en España


Artículo de Miguel Ángel Navarro Crego en Posmodernia

¿Cuáles son los principales mitos que atenazan hoy en día a la Educación en España? Nos referimos, por acotar una cuestión que pudiera ser excesivamente vasta, a los problemas que tiene planteada hoy en día la Docencia en Secundaria (E.S.O.) y Bachillerato. No es esta una cuestión menor en el seno del panorama político español, pues creemos que mucho del ruido mediático, de los clichés ideológicos que pululan por la tirante y casi fragmentada piel de toro que nos cobija como españoles en lo tocante a cualquier tema de actualidad, está íntimamente conectado con lo que representa la inflación de subjetivismo e individualismo psicologista en que se ha educado a los jóvenes (y ya no tan jóvenes) en España en las últimas décadas. Pongamos desde que la LOGSE entró en vigor, aunque el caldo de cultivo ya se venía fraguando con anterioridad.
Es muy sintomático que, frente a la corrección política imperante en la que se da por sentado que en materia docente cualquier tiempo pasado fue peor, haya una creciente ola de publicaciones (además de blogs y escritos de opinión en redes sociales), que ponen de manifiesto la grave crisis en la que se encuentra hoy en día la Educación reglada en nuestra nación. Mas como cuestión proemial es necesario hacer algunas precisiones previas.
Subrayamos en primer lugar que Educación y Mito no son dos nociones simples, ni pueden sustantificarse de forma metafísica tratando de ellas en abstracto. Sería pues necesario darles una morfología y una morfología que tiene que atenerse a una plataforma en marcha. Para nosotros esa plataforma es España. Así pues las ideas de “Educación” y “Mito” tendrán un sentido bien distinto para quien crea que España no existe, que sólo es un sueño que apenas se puede susurrar, porque eventualmente se disuelve en “Comunidades Autónomas” que obedecen a signos identitarios bárbaros o protohistóricos, perdidos en la noche de los tiempos, o porque se envuelve en estructuras supranacionales como la sublime Europa de los pueblos, que converge con otras plataformas geopolíticas en una supuesta Alianza de Civilizaciones. El recurso a la metafísica, y a los mitos que de ella se derivan, en esta como en otras materias (véase por ejemplo la idea de “Cultura”), es heredero directo del Idealismo Alemán, del Eticismo que le es propio y que conforma gran parte del discurso de la clase política, universitaria y sindical española. Evidentemente una porción del profesorado es también cómplice de este conjunto de creencias, que quisiéramos denunciar aunque sólo sea de forma sumaria.
Porque nuestra confrontación filosófica (y filosofar siempre es pensar contra otros posicionamientos), implica atenernos “a las cosas mismas”, en este caso a lo que sucede muchas veces en la trastienda de la Docencia y de la Educación en España, y que no es noticia en los telediarios ni en las primeras páginas de los diarios.
Empecemos recordando con Platón, tal como lo interpreta Luc Brisson o Gustavo Bueno, que mito es un relato inverificable al que prestamos credibilidad por su aparente verosimilitud y cuya fuerza está en su dimensión pragmática (por ejemplo si contribuye al sostenimiento de la eutaxia de una nación política). Esto nos remite a las creencias en las que estamos de forma acrítica (Ortega). Pero mito no se opone a logos porque el mito tiene su lógica, pudiendo los mitos ser esclarecedores, ambiguos u oscuros (confusos, desajustados, delirantes…). Los mitos son pues vehículos y manifestaciones de ideologías varias. La filosofía académica, que surge con el propio Platón, se desarrolla en confrontación abierta con los mitos fabulosos, y para ello el padre de la Filosofía genera otro tipo de mitos luminosos (por ejemplo el de la caverna). La República no es así sólo un gran tratado de Filosofía Política, sino necesariamente y como bien diagnosticó Rousseau, el primer gran tratado de Filosofía de la Educación de Occidente. El Emilio, que tanta influencia ha tenido en la Pedagogía como presunta ciencia humana y en las sucesivas legislaciones educativas que en España hemos tenido en las últimas décadas, es, en buena medida, una antítesis romántica al proyecto platónico.
Por otra parte la idea de Educación nos remite a los campos categoriales donde como concepto se rotura dicha noción. Principalmente a la Psicología y a la Pedagogía como presuntas ciencias que pretenden agotar (aunque no de forma exclusiva), todo lo que se puede decir sobre la cuestión. Pero sucede que no hay una única idea y teoría de la Educación, sino que hay muchas en controversia y pugna entre sí. Y esto se constata no sólo en nuestros días, sino desde el Protágoras platónico y el enfrentamiento entre Platón y los sofistas. La idea de Educación, en su complejidad morfológica, nos remite a una pluralidad de hechos, fenómenos, conceptos, leyes, teorías y doctrinas en constante evolución y revisión. Que los pedagogos en España, en la “Democracia coronada del 78” en la que estamos, se presenten como los “expertos” en Educación, es un síntoma de que su función es demandada y manipulada por las diferentes ideologías políticas en liza. Así pues los pedagogos son los nuevos sofistas y más en concreto los nuevos “curas”, ya que su función en muchos centros docentes, y desde los Departamentos de Orientación, se parece bastante a la que los sacerdotes podían realizar durante el franquismo. Y esto es así empezando por el hecho de que la Pedagogía no es una ciencia cerrada (como las Matemáticas o la Química). La jerga que manejan muchos pedagogos en los institutos y que está presente en la diarrea de leyes que hemos padecido en las últimas décadas, nos lleva a pensar en la certera tesis de Stanislav Andreski: las ciencias sociales, y entre ellas la Pedagogía, son formas de moderna brujería. En España ya a principios de los ochenta la profesora Pilar Palop, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo, estudió de forma concienzuda el endeble estatuto gnoseológico de las Ciencias de la Educación. Y es que en nuestra nación dichas “ciencias” han sustituido por vía ideológica, por falsa conciencia hipostasiada, al sentido común y a la experiencia personal y profesional del docente medio con bastantes años de trabajo en el aula a sus espaldas. Este es un grave problema que ha dado lugar a los mitos que expondremos al final de nuestro artículo.
Recordemos también que la idea de Educación está entretejida principalmente con las de Persona y Cultura, pues nos remite a ellas de forma inmediata. Entre nosotros Pablo Huerga, en su obra “El fin de la educación. Ensayo de una filosofía materialista de la educación” (Editorial Eikasía, Oviedo, 2009), disecciona dicha idea e institución en función de la finalidad política que ha tenido en Occidente desde la Grecia clásica. Es pues necesario estudiar su esencia: su núcleo originario, su cuerpo y su curso. No procede ahora hacer una revisión de todo este periplo, pero sí tenemos que subrayar que, cómo muy bien nos recuerda el profesor Teófilo R. Neira en su libro “La cultura contra la escuela” (Ariel, Barcelona, 1999), la cultura material extrasomática del mundo capitalista globalizado actual, atenta directamente contra lo que suponía el más íntimo quehacer de la institución escolar tradicional. Toda la cultura de masas, sobre todo a través del cine, la televisión, la publicidad e internet, se basa en la generación y manipulación de los deseos más inmediatos del ser humano, reducido a ser una máquina de desear y comprar. Un consumidor satisfecho en un mercado pletórico. Frente a esto hay que recordar con los clásicos griegos que no hay caminos “Reales” para aprender geometría y que para saber razonar, y no meramente opinar sin fundamento, es necesario manejar la geometría de los conceptos y de las ideas.
Si Educación, dicho sea en sentido muy genérico, es todo el proceso que conduce y lleva a la formación del carácter, la personalidad y la inteligencia de esa “máscara” que constituye la persona, en el seno de una determinada cultura y marco sociopolítico, no es menos cierto y concreto que en las últimas décadas se ha ido imponiendo en España, con su joven Democracia, una visión romántica, idealista y a veces casi nihilista de la Educación. Y ello a raíz del Mayo del 68 y con la génesis de las Izquierdas Indefinidas, que cobran mayor fuerza tras la caída de la URSS y de los regímenes comunistas. Así, para Bourdieu y Passeron la Educación sería la imposición arbitraria de una arbitrariedad cultural. Creo que este espíritu, propio de la posmodernidad afrancesada y de sus “ideólogos de la sospecha”, alienta en nuestras leyes educativas y eso a la vez que se fomenta cada vez más una instrucción meramente técnica e instrumental, para formar futuros trabajadores especializados pero ayunos de toda capacidad crítica. Una capacidad que sólo se adquiere a través de las Humanidades y la Filosofía. Saberes que requieren paciencia, dedicación, lectura y discusión, y que en España están casi desterrados. Por desgracia buena parte de la población está prisionera de la telebasura y de la demagogia mediática.
En nuestra nación la ideología que más provecho ha sacado del casi desmantelamiento del Bachillerato y de asignaturas como Lengua y Literatura españolas, Historia, Latín, Griego y Filosofía, ha sido y es el nacionalismo fraccionario secesionista. Que lo que queda de la Izquierda Definida (socialdemócrata o comunista) no haya querido o sabido mantener un bachillerato serio y exigente, como garantía de que a través del esfuerzo y el mérito personal es como mejor se genera la promoción social de los más desfavorecidos económicamente y como se consolidan las clases medias, es el vivo ejemplo de que como decía Ortega en España lo anormal se convierte en normal.
Todo esto enlaza con la inflación de subjetivismo y de individualismo psicologista que citábamos al principio y que tiene secuestrada a la Educación en España. Así pues autores como Alicia Delibes, Ricardo Moreno Castillo, Javier Orrico, Beatriz Rabasa, Alberto Royo, Mercedes Ruiz Paz y José Sánchez Tortosa, entre otros, llevan ya años poniendo el dedo en la llaga y denunciando la degeneración que la Enseñanza, y por ende la Educación, sufre en nuestro país.
Como muy bien explica Moreno Castillo en su obra “La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza” (Editorial Pasos Perdidos, 2016), en España la educación, la enseñanza y la docencia están plagadas de mitos. Para ello hace un análisis preciso de textos de pedagogos que ilustran esa confusa y oscura ideología. Porque es un mito que se pueda “aprende a aprender” sin unos contenidos concretos a exigir de forma clara, seria y rigurosa, como es un mito primar la “creatividad” en el alumno sin tener en cuenta que es más importante la sensatez, la cordura, la humildad y la modestia. También lo es considerar incompatibles la solidaridad y la competitividad en el aula. Además es un craso error pensar que toda jerarquía basada en el dominio de los conocimientos está obsoleta, como lo es despreciar la facultad de la memoria. Otro mito peligroso es creer que internet (y el supuesto fácil acceso a las “fuentes de información”), puede sustituir al aprendizaje a través del esfuerzo personal y de la relación entre profesor y alumno por medio de la palabra viva. También son tópicos de esta “pedagogía progre” afirmar que la escuela tiene que ser un reflejo de la sociedad, cuando tendría que servir para mejorarla, y dar por sentado que evaluar cuantitativamente está desfasado. Otra falsa creencia, propia de la “caverna educativa” en la que se encuentra España, es la de afirmar que el profesor sólo es un mero animador sociocultural que no ha de tener autoridad sobre los discentes. Todos estos tópicos están pensados para mantener a los alumnos entre algodones no sea que se “traumaticen”, pero halagar al futuro votante, hurtándole la verdadera realidad a la que habrá de enfrentarse allende las aulas, es propio de sociedades tiranizadas por la molicie y la estulticia.
Para finalizar, pienso que la anulación, por parte del discurso ideológico-político dominante, de la autoridad del profesorado, adulando a alumnos y padres irresponsables (por ejemplo con “aprobados de despacho” ante reclamaciones muchas veces fraudulentas), es una forma más de corrupción con la que se retrata y realimenta buena parte de la clase política española. No olvidemos tampoco que la “efebocracia”, que ahora predomina en los nuevos partidos políticos, es también hija de esta problemática, como lo es que haya en España altas tasas de paro entre personas con baja cualificación profesional y que las cualificadas tengan que emigrar, beneficiando a naciones de nuestro entorno con las que estamos en franca competencia. Asimismo, centralizar la Educación sería un reto que habría que plantearse seriamente si queremos contribuir a mantener la eutaxia de nuestra nación, la eutaxia de España.